La parroquia de san Andrés de Cizur Mayor es un templo situado en el camino de Santiago que cuenta con un retablo dedicado al apóstol san Andrés, su patrón. Además también cuenta con unas vidrieras de moderna confección que se comentan a continuación.
San Andrés
El nombre «Andrés» (del griego andreia, hombría o valor), como otros nombres griegos, parece haber sido común entre los Judíos del segundo o tercer siglo antes de Cristo. San Andrés, el Apóstol, hijo de Jonas, nació en Bethsaida de Galilea. Fue el hermano de Simón Pedro. Ambos fueron pescadores y al comienzo de la vida publica de Nuestro Señor ocuparon la misma casa de Cafarnaum. Andrés fue discípulo del Bautista, cuyo testimonio condujo a Andrés y a Juan el Evangelista a Jesús. Andrés inmediatamente reconoció a Jesús como el Mesías, y se apresuro a presentárselo a su hermano, Pedro. Desde entonces los dos hermanos fueron discípulos de Cristo. En otra ocasión, antes del llamado final al apostolado, fueron llamados a una compañía más cercana, y luego dejaron todo para seguir a Jesús. Finalmente Andrés fue elegido para ser uno de los Doce.
Como uno de los Doce, Andrés fue admitido en cercana familiaridad con Nuestro Señor durante su vida publica; estuvo presente en la Ultima Cena; vio al Señor resucitado; presenció la Ascensión del Señor; compartió las gracias y dones del primer Pentecostés, y ayudo, entre amenazas y persecuciones, a establecer la Fe en Palestina.
Cuando los Apóstoles salieron a predicar a las naciones, parece que Andrés tomó en este asunto una parte importante, pero desafortunadamente no tenemos certeza de la extensión o del lugar de sus trabajos.
Nicéforo (H.E. II:39), basado en antiguos escritores, afirma que Andrés predicó en Capadocia, Galacia y Bitinia, luego en la tierra de los antropófagos y de los desiertos de Scythia, acto seguido en el mismo Bizancio, donde designó a San Stachys como su primer obispo; finalmente predicó en Thrace, Macedonia, Thessaly y Acaya. Generalmente se sostiene que fue crucificado por orden del gobernador romano, Aegeas o Aegeates, en Patrae de Acaya, y que fue atado y no clavado a la cruz para prolongar sus sufrimientos. Se dice también que la cruz en la cual sufrió fue una cruz “decussata” (en forma de X), que ahora se conoce como cruz de San Andrés, aunque la evidencia para esta opinión parece no ser más antigua que el siglo catorce. Su martirio tuvo lugar durante el reino de Nerón, el 30 de Noviembre del año 60 de la Era Cristiana; y ambas iglesias, la griega y la latina, mantienen el 30 de Noviembre como su fiesta.
Las reliquias de San Andrés fueron trasladadas desde Patrae a Constantinopla, y depositadas allí en la Iglesia de los Apóstoles, alrededor del año 357. Cuando Constantinopla fue tomada por los franceses en el comienzo del siglo trece, el Cardenal Pedro de Capua trajo las reliquias a Italia y las colocó en la Catedral de Amalfi, donde la mayoría de ellas permanecen. San Andrés es honrado como principal patrono en Rusia y en Escocia.
San Juan Bautista
Hijo de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen María, es el precursor de Jesucristo. En esta misión se entrega totalmente viviendo en penitencia, austeridad, y celo por las almas. Bautizó a Jesús en el Jordán. Es el último y mas grande de los profetas del Antiguo Testamento ya que es puente con en Nuevo Testamento.
Antes de la venida de Jesús, Juan proclamaba un bautismo de arrepentimiento. La humildad de Juan hizo posible que Dios hiciera grandes cosas por medio de el. «Conviene que El (Jesús) crezca, y que yo disminuya» -San Juan Bautista.
Santa Vicenta María
La vida de Vicenta María López y Vicuña ocupó la segunda mitad del siglo XIX. Sus padres fueron José María López y Nicolasa de Vicuña; nació en Cascante (Navarra) el 22 de marzo de 1847.
Se traslada a Madrid en plena juventud y vive en la casa de sus tíos, Manuel María de Vicuña y Eulalia de Vicuña; son piadosos y están empeñados en realizar obras de caridad con los más necesitados; de hecho, su tío es abogado y no pone reparos a la hora de atender gratuitamente causas para defender los derechos de los pobres, mientras que su tía apoya con trabajo y dedicación personal la labor que se lleva a cabo en una vieja casita en la que acogía a sirvientas que se encontraban en necesidad. En ese ambiente familiar sano, mientras estudiaba, Vicenta tuvo contacto con diversas obras de apostolado, participando principalmente en catequesis a jóvenes inmigrantes.
Después de unos ejercicios espirituales, hechos en 1866, se decidió a fundar una institución para el servicio doméstico.
Sus padres no vieron claro el asunto de su vocación con la que se torcían y frustraban las ilusiones que se habían ido forjando con respecto al futuro de su hija. Pusieron todas las trabas y dificultades que estaban en sus manos.
En el quinquenio 1871-1876, vencida la resistencia de sus padres, va poco a poco consolidándose la obra. El 11 de julio de 1876, el obispo auxiliar de Toledo, que pronto será el cardenal Sancha, da el hábito a las tres primeras religiosas. El Instituto crece poco a poco. Después de la fundación de Madrid se hace la de Zaragoza, sigue la de Jerez. El domingo de la Trinidad de 1878 hacen los primeros votos y toman el nombre de Congregación del Servicio Doméstico.
La fundación sigue abriendo casas en Valladolid, Sevilla, Barcelona y la magnífica de Fuencarral, en Madrid. Una mala jugada en la bolsa por parte de su administrador se lleva «un millón de reales» y obliga a Vicenta María a fiarse enteramente de la Providencia.
El apostolado específico con las trabajadoras empleadas de hogar, y en general para la protección, guía y ayuda de las muchachas jóvenes, se extiende a escuelas dominicales y nocturnas, catequesis de niños, formación humana, profesional, etc.
Cuando va a cumplir los 43 años, Vicenta —siempre de talante sencillo y servicial— sabe por revelación que ese es el límite de su vida. Así fue; murió en Madrid, el 26 de diciembre de 1890.
La beatificó Pío XII en el Año Santo de 1950, y la canonizó el papa Pablo VI el 25 de mayo de 1975, día en que se celebra su fiesta.
San Josemaría Escrivá
Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. Sus padres se llamaban José y Dolores.
En 1915 quebró el negocio del padre, comerciante de tejidos, y la familia hubo de trasladarse a Logroño, donde el padre encontró otro trabajo. En esa ciudad, Josemaría, después de ver unas huellas en la nieve de los pies descalzos de un religioso, intuye que Dios desea algo de él, aunque no sabe exactamente qué es. Piensa que podrá descubrirlo más fácilmente si se hace sacerdote, y comienza a prepararse primero en Logroño y más tarde en el seminario de Zaragoza.
Siguiendo un consejo de su padre, en la Universidad de Zaragoza estudia también la carrera civil de Derecho como alumno libre. Recibe la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer el ministerio primero en una parroquia rural y luego en Zaragoza.
En 1927 se traslada a Madrid, con permiso de su obispo, para obtener el doctorado en Derecho. En Madrid, el 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver lo que espera de él, y funda el Opus Dei. Desde ese día trabaja con todas sus fuerzas en el desarrollo de la fundación que Dios le pide, al tiempo que continúa con el ministerio pastoral que tiene encomendado en aquellos años, que le pone diariamente en contacto con la enfermedad y la pobreza en hospitales y barriadas populares de Madrid.
En 1946 fija su residencia en Roma. Obtiene el doctorado en Teología por la Universidad Lateranense. Es nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad. Sigue con atención los preparativos y las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965), y mantiene un trato intenso con muchos de los padres conciliares.
Desde Roma viaja en numerosas ocasiones a distintos países de Europa, para impulsar el establecimiento y la consolidación del trabajo apostólico del Opus Dei. Con el mismo objeto, entre 1970 y 1975 hace largos viajes por México, la Península Ibérica, América del Sur y Guatemala, donde además tiene reuniones de catequesis con grupos numerosos de hombres y mujeres.
Fallece en Roma el 26 de junio de 1975. Varios miles de personas, entre ellas numerosos obispos de distintos países —en conjunto, un tercio del episcopado mundial—, solicitan a la Santa Sede la apertura de su causa de canonización.
El 17 de mayo de 1992, Juan Pablo II beatifica a Josemaría Escrivá de Balaguer. Lo proclama santo diez años después, el 6 de octubre de 2002, en la plaza de San Pedro, en Roma, ante una gran multitud. «Siguiendo sus huellas», dijo en esa ocasión el Papa en su homilía, «difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad».
Los Santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael
San Miguel es uno de los siete arcángeles y está entre los tres cuyos nombres aparecen en la Biblia. Los otros dos son Gabriel y Rafael. La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama «Príncipe de los espíritus celestiales», «jefe o cabeza de la milicia celestial». Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios contra el demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento.
Muy apropiadamente, es representado en el arte como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su talón sobre la cabeza del enemigo infernal, amenazándole con su espada, traspasándolo con su lanza, o presto para encadenarlo para siempre en el abismo del infierno.
La cristiandad desde la Iglesia primitiva venera a San Miguel como el ángel que derrotó a Satanás y sus seguidores y los echó del cielo con su espada de fuego.
Es tradicionalmente reconocido como el guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la Iglesia y como protector de los cristianos contra los poderes diabólicos, especialmente a la hora de la muerte.
El mismo nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que es un clamor de entusiasmo y fidelidad. Significa «Quién como Dios».
San Gabriel es uno de los siete arcángeles, usado en innumerables ocasiones por Dios como mensajero. El se le apareció a Daniel y le explicó una visión de eventos futuros, diciéndole, «Tú eres un hombre elegido especialmente». En el Nuevo Testamento se le apareció a Zacarías para avisarle que Isabel, su mujer, tendría un hijo al que llamaría Juan. De igual manera, fue Gabriel quién se le apareció a María diciéndole que concebiría y daría a luz a un Hijo, a quién pondría por nombre Jesús.
A San Gabriel se lo representa con una vara de perfumada azucena, la que obsequió a María Santísima en la Anunciación que representa la Sublime Pureza Inmaculada de la Madre Virgen.
San Rafael: «el que cura o sana». Es el arcángel cercano a los hombres para aliviarlos en su dolor y sufrimiento. Es uno de los tres arcángeles cuyo nombre aparece en la Biblia. A San Rafael se lo representa con un atuendo de caminante o peregrino, con bastón y cantimplora, y el pez del que se obtuvo la hiel para curar al padre de Tobías.
Santo Ángel de la Guarda
La misión del ángel custodio es ayudar al hombre a alcanzar su salvación, es decir, a llegar al cielo. Así como los hermanos mayores cuidan de los pequeños, así los ángeles custodios nos asisten a los hombres hasta introducirnos felizmente en la casa paterna. Entonces habrán cumplido su misión. Es doctrina que todos y cada uno de los hombres, bautizados o no, tienen su Ángel Custodio. Su misión comienza en el momento de la concepción del hombre y termina hasta el momento de la muerte.
Tu Ángel Custodio es una muestra más del amor y de la bondad de Dios contigo. A tu Ángel Custodio, Dios le permite llegar directamente a tu imaginación (sin palabra alguna), suscitando imágenes, recuerdos, impresiones que te señalen el camino correcto a seguir.
Tu Ángel Custodio puede ayudarte de las siguientes formas:
a) Darte auxilio espiritual: Puede si tú se lo pides, ayudarte a que tu oración sea mejor, a que no te distraigas, puede sugerirte propósitos para mejorar o formas de concretar algún buen deseo, puede ayudarte en el apostolado, en el trato con las personas que te rodean…
b) Darte, además, algún auxilio material:
Puede si se lo pides, ayudarte en las pequeñas necesidades de la vida cotidiana como por ejemplo: no perder el autobús, ayuda en un examen que has estudiado, encontrar algo que habías perdido, acordarte un asunto olvidado que es necesario tener presente…
c) protegerte de los peligros del alma: tu Ángel Custodio te cuida contra las tentaciones que te invitan a cometer un pecado.
d) protegerte de los peligros del cuerpo: por ejemplo un tropiezo, un choque, un accidente, una enfermedad… La Biblia dice: “Te enviará a sus ángeles para que no tropieces en piedra alguna” (Sal 90,11).
e) Darte consejo prudente. Llamarte al bien.
f) Animarte.
g) Confortarte, consolarte.
h) Ayudarte en todo aquello que sea bueno en tu camino de salvación.
Finalmente es importante que recuerdes que los ángeles no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita. Pueden ayudarte porque Dios se los permite.
La tradición cristiana nos invita a tratar y a acudir a nuestro Ángel Custodio.
– ¿ Cómo has de tratar a tu Ángel Custodio ? a) Con naturalidad, con confianza como a un amigo. b)Con respeto porque es un ser superior a ti y porque está en presencia de Dios viéndole cara a cara. c) Con cariño d) Con agradecimiento por el amor con que realiza la misión de cuidarte que Dios le ha dado. e) El ángel custodio no puede leer el interior de tu conciencia (como lo hace Dios), por eso es necesario que le hables mentalmente para que te entienda.
Santos Ángeles
Los ángeles nos acompañan en adoración. Son ministros del Señor, infinitamente bueno. Es voluntad de Dios que nos ayuden a adorarle.
Los ángeles presiden las reuniones del culto cristiano, como se ve por las oraciones de la Iglesia. La liturgia es una participación de la que celebran los ángeles en el Cielo. Unámonos a ellos con reverencia para alabar a Dios. Su ministerio consiste en inspirarnos con fe y amor a que realicemos dignamente nuestra adoración. Nos preparamos internamente para recibir los Sacramentos, pues la Iglesia los invoca en nuestra ayuda.
Los ángeles nos ayudan contra el mal. Ellos nos ayudan en la lucha contra el diablo. El Nuevo Testamento nos pide que tengamos fe en Dios, fe en Cristo, y que usemos las armas de Dios. Dios envió sus ángeles para darnos la ayuda que necesitamos contra el mal. Este es su misterio en la obra de nuestra salvación, continuando la batalla una vez comenzada contra Lucifer y sus ángeles rebeldes.
Nos inspiran pensamientos contra las insinuaciones diabólicas y nos invitan a que acudamos a Dios en oración. Solo en el Cielo conoceremos lo mucho que realmente nos han ayudado en la lucha contra el diablo.
Los ángeles anhelan nuestra salvación. Con los ángeles participamos de la vida divina, y somos como ellos criaturas de Dios en Cristo Jesús. Por eso, ellos anhelan nuestra salvación; que juntos con ellos glorifiquemos a Dios y disfrutemos viendo su gloria.
Con gozo los ángeles aceptan las misiones que Dios los encomienda para nuestra santificación. Vencedores de los demonios, los ángeles nos protegen contra los enemigos del alma. Haríamos bien pidiéndoles que nos asistan para rechazar las tentaciones del Malo.
Los ángeles, además, presentan nuestras oraciones ante Dios acompañando con sus plegarias nuestras peticiones. Nos conviene, pues, encomendarnos a ellos especialmente en los momentos difíciles y sobre todo en la hora de la muerte, para que nos defiendan de los ataques del enemigo y lleven nuestras almas al Cielo.