Pentecostés

Foto: Los teólogos alejandrinos, como Orígenes y Cirilo, y también Eusebio de Cesárea, señalan que las primicias de la cosecha simbolizan los dones del Espíritu Santo derramados sobre los fieles y también al mismo Jesucristo volviendo al Padre por la ascensión. En este sentido, Jesucristo es el primer fruto, la primicia de la nueva creación (1 Co 15,20).

Pero la consagración a Dios de las primicias de los frutos santifica toda la cosecha (Rm 11,16), haciendo de ella “frutos santificados para un pueblo santo”. Israel (Jr 2,3), los cristianos (St 1,18), y especialmente los primeros convertidos (Rm 16,5, 1 Co 16,15) o las vírgenes (Ap 14,4) son las primicias separadas de la masa y ofrecidas a Dios para santificar a todo el pueblo. Así, Cristo resucita como primicia a fin de que todos los que duermen le sigan a la gloria (1 Co 15,20.23). La imagen culmina en el don del Espíritu como primicias que designan la anticipación y la garantía de la salvación final de los cristianos (Emiliano Jiménez Hernández, Hombre en Fiesta).

Pentecostés (del griego Πεντηκοστή (ημέρα), Pentekosté (heméra) («el quincuagésimo día») describe la fiesta del quincuagésimo día después de la Pascua y que pone término al tiempo pascual.A los 50 días de la Pascua, los judíos celebraban la fiesta de las siete semanas (Ex 34:22), que en sus orígenes tenía carácter agrícola. Se trataba de la festividad de la recolección, día de regocijo y de acción de gracias (Ex 23:16), en que se ofrecían las primicias de lo producido por la tierra. Más tarde, esta celebración se convertiría en recuerdo y conmemoración de la Alianza del Sinaí, realizada unos cincuenta días después de la salida de Egipto. No hay registros de la celebración de esta fiesta en el siglo I con connotaciones cristianas. Las primeras alusiones a su celebración se encuentran en escritos de san Ireneo, Tertuliano y Orígenes, a fines del siglo II y principios del siglo III. Ya en el siglo IV hay testimonios de que en las grandes Iglesias de Constantinopla, Roma y Milán, así como en la Península Ibérica, se festejaba el último día de la cincuentena pascual.

Durante Pentecostés se celebra la venida del Espíritu Santo y el inicio de las actividades de la Iglesia. Por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo. En la liturgia católica es la fiesta más importante después de la Pascua y la Navidad. La liturgia incluye la secuencia medieval Veni, Sancte Spiritus.